Mariano Boedo: el último viaje del prócer, 195 años atrás
Tuvo una vida corta, pero dejó de su puño y letra uno de los más grandes legados que puede tener una nación: su reivindicación de independencia. “Declaramos solemnemente a la faz de la tierra que, es voluntad unánime e indudable de estas provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”, así exponía el texto sancionado el 9 de julio de 1816. El abogado salteño ofició de Vicepresidente del cuerpo representativo, los 29 nombres que culminaron el periodo colonial.
Mariano Boedo era también salteño, había nacido el 25 de julio de 1782. Los miembros de su familia sirvieron a la revolución en cargos políticos o en el ejército, según Atilio Cornejo. De sólida formación universitaria, cursó sus estudios en los claustros de Córdoba y Chuquisaca. Lo suyo fue el derecho y, más tarde, la vida parlamentaria.
Integró órganos gubernativos claves para la época. Por caso, fue secretario de la Real Audiencia de Buenos Aires. Desde Chuquisaca presenció la semana de Mayo, a la cual apoyó desde la línea trazada por Mariano Moreno (1778-1811) para adentro de la Primera Junta patria.
Más tarde, el 3 de mayo de 1810, el gobernador intendente de Córdoba, Juan Martín de Pueyrredón (1777-1850), lo nombró asesor letrado. Cuando este último fue elevado a la presidencia de Charcas, Mariano Boedo fue de forma interina cabeza de la gobernación.
En apoyo a la revolución del 25, en Salta ayudó a Manuel Belgrano (1770-1820) en la organización de la campaña del norte, haciéndose cargo del gobierno y la tesorería de la provincia. En 1816 fue designado como diputado salteño para el Congreso de Tucumán y el primero de julio fue elegido vicepresidente del mismo, siendo luego uno de los firmantes del Acta de la Independencia. En 1817 ocupó la presidencia del Congreso y un año después se retiró de la vida pública. En 1818, retirado del Congreso por su salud resentida, vivió en Buenos Aires. Hasta su muerte en el año siguiente, el 9 de abril.
Según el historiador Alonso Piñeiro, su labor parlamentaria dentro del Congreso del 9 de Julio, incorporado el 2 de mayo, fue la de ser dos veces Vicepresidente del célebre cuerpo. Por medio de documentos de ese entonces se puede saber hoy de modo pormenorizado cuál fue su rol. En comisiones especiales tuvo la responsabilidad de estudiar el peso del sostenimiento del Ejército Nacional sobre las provincias, la encargada de investigar el faltante de documentación pública y secreta del mismo Congreso tucumano, la dedicada a analizar los aranceles de aduana y la que proyectó la reforma del reglamento del cuerpo.
En enero del 17, fue Presidente del Congreso. La sesión del 18 de febrero de 1818 fue su última. Ese día recibió el acta de la Junta Electoral de Salta, allí decía que en reemplazo de Moldes y de Boedo fueron electos Diputados Saravia y Salomé Zorrilla. El 7 de noviembre hubo una sesión donde se decretó la remoción de Boedo. Se le dio un viático para que vuelva a Salta. Más tarde viajó a Buenos Aires. Allí falleció a los 36 años hace casi doscientos años. Su salud en el último tiempo se había deteriorado mucho.
“Pocas Provincias argentinas tuvieron una influencia defensiva más importante del Congreso de Tucumán, como la de Salta. Fue así que mientras deliberaban los Diputados de las Provincias Unidas del Río de la Plata y declaraban la independencia, Salta con Güemes levantó en Salta la muralla impugnable del Norte de la Patria y, mientras la sangre de los hijos de esta Provincia se derramaba gloriosamente, también otros hijos ilustres suyos, como Gorriti, Acevedo y Mariano Boedo dejaron los destellos de su inteligencia en el histórico Congreso que nos emancipó y liberó del a Metrópoli y de tanto poder extranjero, en tanto San Martín, seguido por otros salteños igualmente ilustres, como Rudecindo Alvarado, Eustaquio Frias y Juan Ramón Boedo se preparaba a escalar Los Andes para expandir el ideal del mismo Congreso por todo el continente. En tal forma, Salta contuvo al enemigo y dio mayor seguridad y eficacia a una declaración tan valiente y gloriosa”, concluye al respecto Atilio Cornejo.
El descanso de Boedo
Sus restos descansan en la iglesia porteña de San Francisco, y por sugestión del obispo de Salta, Monseñor José francisco Romero, el Colegio de San Francisco anexo al Convento de dicha Orden, colocó una placa junto a su tumba, por orden del Congreso de la Nación, el 9 de julio de 1919, la que sería destruida por el incendio de las iglesias el 16 de junio de 1955.
En el presente se puede visitar esta histórica iglesia, testigo desde los años en que Buenos Aires era Virreinato. Está allí el legado de un hombre que dio nombre a nuestro barrio y sobre todo, uno de los artificies de esta patria a través de un órgano legítimo como fue el Congreso de Tucumán, donde el voto de los representantes puso fin a una época y llevó al país a una etapa independiente, donde el destino nacional se define por la voluntad de los habitantes de esta tierra. En su figura se recuerda esta eterna tarea de construir un país soberano y unido.
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