Cómo vivir en un microdepartamento de 18 metros cuadrados
Una pareja de profesionales, sin hijos, viven en un monoambiente de 18 m2: “Nuestro hogar de 18 m2 tiene todo lo que necesitamos”
Mudarse a un microdepartamento fue su decisión, sin problemas económicos, optaron por este estilo de hogar. La idea fue resignar metros cuadrados pero si ganar en practicidad, y priorizaron la cercanía con sus lugares de trabajo o prácticas de sus hobbies y buena ubicación.
Sus muebles son a medida y el orden es vital, ellos dicen que esta decisión les cambió la vida. Ahora viven en el 6to piso de un edificio nuevo con amenities comunes: gimnasio, vigilancia, lavadero, pileta, terraza y salón de usos múltiples equipado hasta con vajilla.
Melina Rabinovich, contadora de 39 años, Juan Manuel Rodríguez, arquitecto de 44 años, son una pareja sin hijos en sus planes. Anteriormente vivían en un departamento de 2 ambientes en el barrio porteño de La Paternal, pero lo dejaron para mudarse a uno más pequeño: 18 metros cuadrados, con decoración minimalista y en el barrio de Palermo.
Nos cuentan su historia con alegría, y explican por qué un día tomaron la decisión de mudarse a vivir juntos en muy pocos metros cuadrados.
“Nuestra búsqueda estuvo centrada en dos premisas ‘precio y ubicación’. El detonante fue la necesidad de mejorar la conexión con nuestros lugares de trabajo porque nos quedaba muy a trasmano; estar lo más cerca posible del subte, de la pista de ciclismo de carrera (ex KDT) y de un espacio verde para correr”, relataron.
“Estamos algo ajustados, pero logramos acomodarnos. Nuestro hogar tiene todo lo que necesitamos, si bien es cierto que antes de mudarnos tuvimos que ‘pensar’ el espacio por nuestra cuenta. Al fin y al cabo, vivir acá nos cambió la vida”, agregaron.
Al mudarse a un departamento más chico, debieron despedirse de mucha ropa que casi no usaban, varios electrodomésticos y muebles. “Es un proceso que encaramos progresivamente años antes de que se pusieran de moda los ‘organizadores de espacios’; por más que esté en buen estado e incluso tenga valor emocional, si no se usa se va, sí o sí. Ni hablar de los adornos, recuerdos, revistas, cajas, CDs, apuntes no estrictamente necesarios para el trabajo, etc… todo eso voló”, contó Melina.
Juan Manuel recordó: “Comencé a dibujar el plano en 3D, me di cuenta que entraba todo muy justo con los espacios de guardado, que tendríamos que deshacernos de muchas cosas ‘superfluas’ y que incluso no podríamos poner la cama doble, ni siquiera una cama rebatible porque aún plegada quitaba demasiado espacio. Entonces le dije a Meli: ‘Si resignamos una heladera estándar por una bajo-mesada, tipo frigobar, y la cama doble por un sofá cama de una plaza con otra abajo, entramos cómodos”.
“Volver del trabajo en verano y refrescarnos en la pileta de la terraza es un plus que no nos imaginábamos tener, como tampoco vivir en una interesante zona gastronómica” concluyó Juan Manuel.
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